Recuerdo que hace unos años, cuando acababa de ser padre por segunda vez, estaba con mi suegro en una de esas conversaciones serias en las que uno tiene que dar el do de pecho, y hablábamos sobre cuidar a su hija y a nuestro hijo recién nacido. Estábamos hablando sobre salud y responsabilidades, etc. Y yo le dije:
-Bueno, lo importantes es que ellos, mi hijo y su madre estén bien. Yo no soy importante.
Y entonces él me respondió:
-Ya, pero tu salud también es importante, porque si tú no te encuentras bien, no podrás cuidarlos.
¿Por qué cuento esto ahora?
A veces pensamos que estar bien es algo personal, cosa nuestra, y que cuando nosotros estamos enfermos a nadie le incumbe ni le importa. Pero las experiencia de estos últimos meses con el Covid19, nos ha dejado bien claro que la salud no es algo personal o privado, sino que le importa a todo el mundo. Y que, viceversa, la salud de los demás, también nos incumbe y nos interesa a los demás. ¿No es cierto?
Y no solo a nivel de la comunidad, sino que esto aún se ha puesto de mayor manifiesto a nivel de los profesionales de la salud. Muchos de ellos, o bien se han infectado por estar en zonas de riesgo en el tratamiento con pacientes, o bien han experimentado una gran dosis de estrés que ha hecho mella de manera muy considerable en su salud emocional y física.
Desde el punto de vista de la meditación esto nos lleva a considerar que por muchas diferencias que nuestra organización social haya creado, todos estamos unidos. Y no solo los humanos, sino que todo funciona de una manera interconectada.
La naturaleza no funciona por compartimentos estancos, sino que el mar y el sol hacen la lluvia que cae sobre el campo, que hace crecer la semilla que nos da de comer.
Si yo estoy sano, te puedo curar a ti. Te puedo echar una mano, llevarte comida, animarte, ir a la farmacia, cocinar, bajar la basura o contarte un chiste para que te rías y, al reírte, te entren ganas de vivir, y eso refuerce tu sistema inmune y tengas más posibilidades de sanar.
Pero si tú estás enfermo y yo lo estoy, ¿quien nos ayudará?
Ya vemos que es maravilloso entender que la vida funciona de esta manera. Y que si yo tengo una sonrisa para ti, es muy probable que tú tengas otra para mí. Y al revés, que si yo me comporto de una manera tóxica hacia ti, es más que probable que tú me respondas de una manera parecida, a no ser que seas un santo o una santa. Que no suele ser el caso ni tampoco hace falta.
Una de las consecuencias de meditar, o de vivir de una manera más consciente, es darse cuenta de la interdepencia de todo. Como dice el maestro budista Thich Nhat Hanh, uno de los grandes responsables de la introducción del mindfulness en Occidente, nosotros intersomos
Como dice él mismo en su bello poema Interser:
«Tú eres yo, y yo soy tú.
¿No es evidente que nosotros «inter-somos»?
Tú cultivas la flor en ti mismo,
para que así yo sea hermoso.
Yo transformo los desperdicios que hay en mi,
para que así tú no tengas que sufrir.
Yo te apoyo; tú me apoyas.
Estoy en este mundo para ofrecerte paz;
tú estás en este mundo para traerme alegría.»
Una de las virtudes de la poesía es que además de transmitir un mensaje nos lo transmite envuelto en una emoción, y a veces aunque el cerebro se muestre reacio a entender, el corazón comprende.
Y del mismo modo sucede con la meditación, quizás al comienzo tu cerebro se resista y te diga: ¿por qué he de quedarme callado? ¿Quién te va a guiar por la vida si me relajo y si no estoy todo el tiempo cuidando de ti?
Pero la meditación y la poesía te darán la respuesta, que tú ya también sabes:
-¿Sabes qué, mente? ¿Sabes quién va a cuidar de mí todo el tiempo de mi vida? Mi bello corazón.
Y así yo podré cuidar a los demás.
Cuídate para poder cuidar a los demás. El sol y la lluvia no hacen todo ese viaje para que tú no lo hagas.
Cuídate con Aire Fresco.
