Unas veces no meditamos porque no queremos, otras veces porque la vida nos va bien y para qué perder el tiempo meditando y otras, caramba, no meditamos porque nos da miedo.
¿Qué pasa si comienzo a meditar y me cambia la vida? ¿Si comienzo a meditar y soy más feliz?
Lo entiendo, eso sería un verdadero desastre.
¿Quién quiere ser más feliz pudiendo serlo menos? ¿Quién quiere ser parte de la solución en lugar de ser parte del problema? ¿Quién quiere sumar en lugar de restar, unir en lugar de separar?
Nadie.
A mí en su día también me sucedió. Cuando alguien me sugería que me iría bien meditar, respondía un “no, gracias”. Pensaba que era muy inteligente y que yo sabía cómo vivir la vida. Claro que sí. Hasta que un día, tras muchas caídas, recordé todas aquellas invitaciones que me habían hecho a practicar yoga y a meditar y por fin las hice caso.
¿Y sabes qué? Mi vida cambió. Todos mis miedos se hicieron realidad. Solo que mi vida no cambió para mal sino para bien.
¡Qué desastre!
Meditar es darse cuenta de que en nuestro día a día nos andamos poniendo todo el rato la zancadilla a nosotros mismos. Saboteando nuestra paz todo el tiempo con malas decisiones, pensamientos obsesivos basados en el miedo, etc.
Supongo que ya sabes de lo que estoy hablando, porque todos pasamos así bastante tiempo de nuestro día: preocupándonos, angustiados, estresados, siendo una patada en el culo para nosotros mismos y para los demás.
Parecemos pensar que esa es la única manera de vivir, que no tenemos otra opción porque nosotros somos así y el mundo es peor.
Así que seguimos encarcelados en esa cárcel, prisioneros de nuestra falta de valentía.
¿Sabes qué? Igual tienes razón y la meditación no es para ti. ¡Quién sabe! Pero al meditar podrás darte cuenta de lo que sí es para ti y obtener la fuerza para realizarlo.
