Imagínate que ayer hubieras tenido un desayuno de trabajo muy abundante, luego una comida de celebración enorme, luego una cena de cinco platos. Hoy repitieras lo mismo, y así durante una semana. Y luego durante un mes. Y luego, pongamos, durante cinco meses más. ¿Cómo te sentirías?
¿Te sentirías bien o sentirías que no puedes más y que vas a estallar? ¿Verías la vida de una manera llevadera y ligera o te sentirías pesado e incapaz de moverte o de hacer nada con claridad?
La respuesta es clara, ¿verdad? Incluso comenzarías a desarrollar enfermedades asociadas al sobrepeso. Tu vida se complicaría de una manera exponencial.
Es curioso que todos seamos capaces de entender esto mientras que pasemos por alto que exactamente lo mismo nos sucede a nivel mental y emocional.
A nivel mental pensamos que estamos sanos, impolutos, que vemos el mundo con una objetividad científica y que no es que tengamos la razón, es que poseemos la verdad. ¡Toma ya!
Juzgamos como jueces salomónicos: la vida es así, los que no piensan como yo son asá, los distintos no merecen lo que yo merezco.
Pero juzgar así, como jueces justísimos, pero con la balanza estropeada y con sobrepeso, no suele conducir a la verdad. O lo que nos importa más en estos post, a la felicidad.
Al igual que estaríamos intoxicados por comer tanto de haber seguido esa agenda de comida que proponíamos al principio, lo mismo nos pasa en la actualidad con nuestra mente: creemos que estamos informados, pero en realidad estamos intoxicados de noticias, informaciones interesadas, opiniones, mensajes, juicios, distracciones.
Es difícil encontrar la claridad cuando estamos llenando a cada instante nuestra mente y nuestro corazón con estímulos, con informaciones de baja frecuencia, con miedo, con ira o con odio a los que piensan o son distintos.
Hemos de darnos cuenta de que nuestra dieta mental no nos conviene, nos hace infelices, nos mantiene en un estado constante de ansiedad.
Entonces, nos preguntaremos, ¿cómo distinguir una dieta sana mental de una tóxica? Y la respuesta es exactamente igual que con la dieta alimentaria: ¿te hace estar sano y feliz? ¿O te enferma y te hace perder la energía de vivir?
En resumen, estar informado te ofrece los instrumentos para operar en la realidad y tomar mejores decisiones que te harán más feliz a ti y a la sociedad, mientras que estar intoxicado bloqueará tu poder de decisión y de contribuir a mejorar las cosas tanto a nivel individual como social.
¿Qué eliges?
La meditación te ayuda a encontrar un estado de calma para poder comenzar a ver la diferencia.