¿Para qué sirve meditar?
¿Para poner la mente en blanco?
¿Para qué sirve?
Vamos por la vida sin tomar el timón.
Nos hacemos a la mar, encallamos en las rocas, nos hacemos a la mar, chocamos contra un iceberg, nos hundimos, nos hacemos a la mar, vagamos por el océano, nos quedamos a la deriva…
Suena agotador.
Vivir así es como estar jugando a un videojuego cada vez más difícil, con más obstáculos, sin posibilidad de avanzar. Cambian, quizás, los escenarios o los nombres de los personajes involucrados, pero el argumento es siempre igual. Además de ser agotador, acaba siendo aburrido. El fracaso está bien y es divertido, de acuerdo, pero tampoco hay que sobrevalorarlo.
Hay, por otro lado, personas que, de tanto fracasar, cuando no lo hacen y triunfan y son felices, no saben qué hacer con ese triunfo y acaban tirándolo por la borda. No se permiten lo que tanto han estado buscando.
El fracaso se ha convertido en un refugio seguro, aunque ciertamente incómodo.
Otros acaban triunfando en un triunfo que no es suyo. Siguen modelos de éxito que no les corresponden y, cuando se encuentran en esa cima, se dan cuenta de que no es la suya: toda la vida han estado escalando la montaña equivocada.
¿Qué cima sigues tú que me lees?
¿Estás siguiendo tu propio éxito o te estás dejando llevar por modelos de éxito ajeno?
¿Qué significan verdaderamente el éxito y el fracaso para ti?
¿En qué mides tu éxito?
¿En dinero, en amor, en cuidado de ti mismo, de los demás y del planeta?
¿Pones tus esperanzas de felicidad en algo que no puedes sostener y que no depende de ti o cultivas una mente y un espíritu sereno que te haga vivir en armonía?
Como ves, la meditación no es poner la mente en blanco. Sino tener el valor de hacerte las preguntas importantes. Y de responderlas.