Las luciérnagas son quizás una de las creaturas más fascinantes del mundo. Recuerdo de pequeño en la casa de campo de una tía donde aveces acampabamos en el jardín, perseguir las luciérnagas y atraparlas cuidadosamente en mis manos para verlas brillar de cerca. Luego, las dejábamos ir a explorar la naturaleza libremente. Recuerdo vívidamente sus colores, el olor que desprendían cuando las atrapaba en mis manos, pero sobretodo, una sensación de paz, felicidad, e inmersión completa en el mundo y la naturaleza en ese momento en el que nada más me interesaba que verla brillar y admirar su magia en mis manos. De niños tenemos esta capacidad de inmergirnos inocentemente en el momento presente, dejando de lado cualquier otra preocupación que nos pueda sacar de ese momento. En algún momento perdemos esa capacidad, y dejamos nuestra mente invadirse de preocupaciones que sin darnos cuenta, nos producen innecesariamente estrés. La meditación de atención plena ó mindfulness nos permite retornar a esa sensación de inmersión, de contemplación focalizada y absoluta, que nos permite soltar las preocupaciones de lo que pasó o la ansiedad de saber lo que sucederá, y simplemente enfocar nuestra mente en el momento presente. Meditar nos permite volver a la calma, centrarnos, y a nuestro cuerpo, al estar aliviado de estrés, le permite regenerar y cuidar de sí mismo naturalmente. Igual que cuando de niños nos enfocabamos atenta y despreocupádamente en el brillo fascinante de una luciérnaga.